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martes, 7 de abril de 2009

La sexualidad y los hijos


Para muchos niños, descubrir a sus padres en cualquier tipo de muestra física de cariño es una conmoción. ”Una noche bajé cuando ya me había ido a mi cuarto y, al pasar por la puerta de su dormitorio les vi en la cama, abrazados. Sentí sorpresa y vergüenza. Tenía unos 15 años. Pensé: ¡Increíble! ¡Así que lo hacen!”.

Para la mayoría de los niños, la relación física y sexual de sus padres permanece completamente oculta y es objeto de fascinantes conjeturas: “Mis padres no solían ser muy cariñosos, más allá de un beso en la mejilla cuando mi papá llegaba del trabajo. Pero recuerdo ver viejas fotos de ellos con los brazos entrelazados, cosa que me fascinaba, porque nunca les veía actuar así. Me costaba imaginarlo”.

Los niños se preguntan: “¿Mis padres tienen intimidad sexual cuando están a solas? ¿Duermen muy juntos? ¿Se tocan? ¿Se besan en la boca? ¿Tiene orgasmo mi mamá?”. A veces creen que sus padres no son sexuales en absoluto. El sexo puede figurar en la pornografía de internet y en las revistas del quiosco de la esquina, pero todo eso, de forma implícita, pertenece a un planeta distinto al mundo de los padres, ese “mundo puro, inocente y asexual”.

Muchos sacan la conclusión de que el “verdadero amor” no es sexual, sino más bien un vínculo que se forma con el tiempo y que supera la “superficialidad” y la “poca importancia” del sexo. Como no saben si los padres expresan su afecto a través de la sexualidad pero lo esconden, o si no les gusta tener relaciones sexuales, el mensaje básico que reciben niñas y niños es que la relación física de sus padres sí existe, pero es una cosa embarazosa y vergonzante, que nunca hay que presenciar y de la que nunca hay que hablar.

De esa forma se prolonga la idea esencial de que, si bien “el amor es bueno y puro”, el sexo es impuro; la doble moral que hace difícil que la gente incorpore la sexualidad como una parte realista y comprensible de su vida.

El hecho de no ver nunca a los padres en actitudes afectuosas o apasionadas (la mayoría de los niños, por ejemplo, no ven nunca a sus padres besarse en la boca con los ojos cerrados) hace que el amor sea una cosa más confusa: “Nunca acabé de entender qué veía mi madre en mi padre. Supongo que se querían, a su manera. Pero no es como lo que yo siento por mi novio”.

Los adolescentes se sienten confusos cuando se enamoran debido a esta educación. Se preguntan: “¿Estoy verdaderamente enamorado? ¿Es una cosa pasajera, sólo sexo? Parece amor, pero ¿cómo puede serlo, si no es como el ejemplo de mis padres?”. Pueden llegar a una conclusión como ésta: “No debo tomarme esto en serio ni casarme con esta persona, la relación es sólo sexual; lo único que pasa es que me pone al cien. No es amor verdadero, es demasiado sexual”.
En realidad, “el amor verdadero” tiene un fuerte componente sexual, aunque por supuesto no todas las parejas están unidas por un amor verdadero.

La estricta separación que suele hacer la gente entre los “sentimientos serios” y el amor o la atracción sexual (“amor y deseo”) es peligrosa. Muchos no pueden valorar un amor que reúna la pasión y el afecto. No pueden discernir los sentimientos y, en vez de considerar que es una cosa positiva “tenerlo todo”, tienen miedo a que un amor “demasiado sexual” no sea serio.

Si los padres no muestran nunca intimidad física ni un afecto apasionado, para no decir “sexual”, los hijos crecen pensando que el “sexo” y el “afecto” son cosas que no tienen un lugar en casa, que el “sexo” es “malo” y debe esconderse, a pesar de que está presente en todas partes, en internet y en los videoclubes. Si los niños crecen con esos valores, también ellos ocultarán las demostraciones físicas a sus hijos más adelante, y el ciclo continúa...

¿Es cierta, en algún sentido profundo, la percepción que tienen los niños de la identidad sexual de sus padres? Son muchos los papás y las mamás que no tienen una relación sexual ni afectuosa, según mis investigaciones (y las estadísticas sobre el divorcio parecen confirmarlo). Seguramente un tercio de los padres no tienen relación física ni sexual; otro tercio son los que la tienen, pero ocultan sus sentimientos sexuales delante de los hijos. El último tercio sería de los que pocas veces tienen relaciones sexuales o incluso ni siquiera se abrazan en la cama, y suelen tener más actividad sexual en la masturbación (o con un amante fuera del hogar) que con su pareja.

Por supuesto, muchos padres sienten que no se pueden tocar delante de los niños, “porque podría dar ideas sexuales a los niños” (o darles “celos”); pero éstas no son razones para tener una actitud neutra. ¿Cómo nacieron estos tabúes? Este aislamiento tan extremo de las personas es relativamente reciente; los hijos no tuvieron sus habitaciones independientes en la mayoría de las casas hasta el siglo XX. ¿Será que en lugar de volvernos menos puritanos nos volvemos más?

La timidez de los padres respecto al sexo prolonga la idea victoriana de que la “niñez” es una época de “pureza” y asexualidad. ¿Por qué la sexualidad (incluso besarse en la boca) se considera “impura”?

Los hogares en los que no se palpa el afecto (salvo un beso en la mejilla de vez en cuando) son fríos y no son beneficiosos para sus integrantes. ¿Cuál es la solución? Los padres, de vez en cuando, deberían abrazarse o besarse en la boca delante de sus hijos y cogerse de la mano (más de 30 segundos). Dejar claro, con sus acciones, que el amor es sexualidad física y, al mismo tiempo, emoción y ternura. Que la estabilidad emocional a largo plazo incluye la demostración física del afecto y la intimidad sexual.

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